Albertus Seba (1665-1736)

Albertus Seba nació en la ciudad alemana de Etzel, comenzando pronto a preparar, como aprendiz de boticario, fórmulas farmacéuticas que contenían ingredientes animales, vegetales o incluso minerales. Tras completar sus estudios en Groninga, Ámsterdam, Núremberg y Estrasburgo, trabajando con distintos boticarios experimentados, en 1697 regresa a Ámsterdam, se establece profesionalmente y abre una farmacia donde prepara sus propias fórmulas magistrales.

 

El éxito de su negocio pronto comienza a proporcionarle una buena renta que gasta comprando especímenes naturales procedentes de todos los rincones del mundo traídos por los marinos al puerto de Ámsterdam, centro del comercio internacional de la época liderado por la Compañía Holandesa de las Indias Orientales. Seba enseguida estudia los nuevos ejemplares y comprueba sus posibles usos terapéuticos. También mantiene relación con importantes investigadores europeos como Sloane (1660-1753), Scheuchzer (1672-1733) o Marsigli (1658-1730), con quienes intercambia ejemplares y comparte sus conocimientos.

 

En 1717 Seba vende su primera colección al zar Pedro el Grande, que formará posteriormente parte del Museo de San Petersburgo. La colección estaba compuesta, según un inventario de la época, por 72 cajones de conchas marinas, 32 cajones de insectos y unos 400 tarros de animales conservados en alcohol. Tras la venta, Seba enseguida comienza adquirir nuevos ejemplares para confeccionar una segunda colección, más importante y numerosa si cabe que la primera. La nueva colección destaca sobre otras en su contenido en especies marinas, insectos y reptiles, contribuyendo a la identificación de muchas especies. El interés de Seba por preservar los especímenes provistos de tejidos blandos le llevó a investigar y adquirir procedimientos de conservación típicos de las prácticas médicas, utilizando ceras, aceites y otros ungüentos que permitían que los cuerpos se conservaran con un aspecto similar al que mostrara el animal con vida.


Su importantísima colección, junto con su vocación investigadora y divulgadora, le llevaron a elaborar uno de los libros más bellos sobre historia natural jamás publicados. El ingente proyecto editorial de Seba aparece en 1734, año en que se publica el primer volumen del Locupletissimi Rerum Naturalium Thesaurus. El segundo volumen ve la luz un año después, en 1735. La tercera y cuarta parte de la obra aparecerían póstumamente en 1758 y 1765, respectivamente. En total, el Thesaurus está compuesto de 446 láminas calcográficas de gran tamaño, de las que 175 son a doble página. La costosa publicación del Thesaurus obligó a Seba a adelantar una parte de los costes de producción, mientras el resto fue aportado mediante suscriptores.

El trabajo se publicó originalmente en blanco y negro, aunque los editores ofrecían la posibilidad de adquirirlo iluminado a un considerablemente mayor precio. Los comentarios de las láminas fueron publicados en ediciones bilingües latín-francés y latín-holandés. Pese a que el grueso del trabajo descriptivo fue llevado a cabo por Seba, tuvo varios ayudantes como Frederik Ruysch (1638-1731) o Peter Artedi (1705-1735).

Los dibujos originales fueron ejecutados por el pintor holandés Louis Fabritius Dubourg (1693-1775) y los grabados al cobre dirigidos fundamentalmente por Pieter Tanjé (1706-1761), quien coordinó a un grupo de grabadores holandeses que trasfería los dibujos a las planchas de cobre. Entre estos se encuentra Jacob Houbraken (1698-1780), autor del retrato de Albertus Seba que aparece junto al frontispicio, elaborado sobre una pintura de Jan Maurits Quinkhard (1688-1772), Frans de Bakker, Adolf van der Laan o Jan Punt. La organización de la obra sigue una clasificación del mundo natural algo peculiar. En los dos primeros volúmenes suele predominar el interés estético sobre el sistemático, y en absoluto se tienen en cuenta los aspectos biogeográficos, combinando en la misma lámina especies de diferentes continentes y hábitats.

 

En cuanto al aspecto estético de la obra, destaca la composición de elementos en las láminas del primer volumen. Probablemente influenciados por el trabajo de Maria Sibylla Merian, los grabadores situaron animales y plantas en posturas naturales formando escenas complejas que aportan cierta información sobre su modo de vida. Los mamíferos tienden a representarse humanizados. Las proporciones originales se mantienen dentro de una misma lámina y los especímenes no suelen aparecer solapados, facilitando así su identificación. Predomina la búsqueda de simetría, muy evidente en las láminas que representan serpientes, conchas o insectos. Cabe señalar que las imágenes grabadas normalmente están invertidas con respecto al dibujo original, característica que no revierte importancia excepto en el caso de los gasterópodos, los cuales muestran espiras que giran en sentido contrario al original. 

Aunque es cierto que muchos de los animales representados mantienen posturas o comportamientos que nunca se observarían en la naturaleza, o muestran errores y caracteres inventados por el autor de los dibujos o de los grabados, el Thesaurus  servirá de referencia fundamental para posteriores trabajos científicos como Systema Naturae de Linneo. Seba también siente atracción por las rarezas científicas, incluyendo individuos anómalos o con malformaciones o incluso seres mitológicos como el dragón o la hidra de siete cabezas (previamente figurada por Gesner, Aldrovandi o Kircher). 

La presencia en la obra de Seba de estos ejemplares ha servido durante siglos como argumento para desprestigiar su valor científico. Sin embargo, no se puede olvidar que el Thesarurus es la mayor y mejor muestra gráfica del siglo XVIII sobre la diversidad de los organismos vivos, sirviendo de referencia desde su primera publicación a multitud de especialistas y habiendo inspirado a muchos naturalistas a la hora de emprender su carrera científica.