Adriaen Collaert (ca.1560-1618)

Collaert no fue un científico ni publicó ensayo alguno relacionado con la historia natural, sin embargo, fue un excelente dibujante y grabador flamenco cuyas obras se han ido perpetuando a lo largo de los siglos a través de las copias que hicieron otros autores de las mismas, sirviendo como referencia gráfica para muchos científicos posteriores. La pericia de Collaert a la hora de plasmar la naturaleza en grabados al cobre bien merece un sitio en este elenco de autores, siendo uno de los mejores ilustradores científicos de todos los tiempos.

 

Collaert nació en Amberes en 1560. Tras un período de formación en Bélgica, durante el cual trabajó grabando en los talleres de Gerard de Jode, Eduard Hoeswinckel y Hans van Luyck, pasó una larga temporada en Italia, ampliando sus conocimientos de grabado. A lo largo de su vida Collaert trabajará principalmente para su suegro, Philip Galle.

 

Su enorme producción abarca principalmente temáticas religiosas y alegóricas. No obstante incluye también tres pequeños compendios de animales publicados en Amberes entre finales del siglo XVI y principios del siglo XVII:

  • Avium vivae icones (ca.1580) con 31 grabados que representan especies de aves.
  • Animalium quadrupedum omnis generis verae et artificiosissimae delinationes (1597), con 19 grabados de cuadrúpedos, incluyendo mamíferos, anfibios y reptiles.
  • Piscium vivae icones (ca. 1610) con 25 grabados de peces en el que también se figuran gasterópodos, crustáceos y mamíferos marinos.

Estas tres obras, editadas en pequeño formato (unos 12 x 19 cm), conforman un compendio de iconos zoológicos que serán recurrentemente copiados hasta el siglo XVIII en numerosas ocasiones. Como se puede comprobar, los grabados de Collaert son de una enorme delicadeza y están elaborados con una maestría técnica espectacular en cuanto al uso de las sombras y los medios tonos.

 

Adriaen Collaert murió en Amberes el 29 de junio de 1618. Este autor figura como uno de los artistas más prolíficos e influyentes de su época, una era dorada en la historia del grabado, cuando adquiere un estatuto autónomo como una más de las disciplinas de las artes, abandonando su carácter secundario de ilustración y erigiéndose en un objeto apreciable y apreciado por sí mismo.